
Los fantasmas no existen, me dice uno convencido. Luego le pregunto si ha estudiado el tema, o si lo ha investigado un poco para estar tan seguro de su creencia. En realidad, es sólo una opinión.
Mi hermana pequeña pasó su adolescencia siendo muy aficionada a temas de misterio. Creía en fantasmas, duendes, hadas, extraterrestres cabezones con ojos grandes almendrados, en el hombre del saco, en los vampiros, etc. Yo, como estudiante de ciencias, es decir, un cabeza cuadrada que todo lo explica con la razón y la lógica, me reía de ella, le tomaba el pelo, la hacía rabiar, la martirizaba, la...., en fin, que la ridiculizaba cariñosamente.
Luego, un buen día, en mi grupo de amigos ingresó un nuevo compañero de clase, Manuel, o Mané para nosotros, que era otro que estaba mal del tomate porque también creía en esas extravagancias de mentes fantasiosas. Yo, en realidad, y como se suele decir, ni creía ni dejaba de creer, pero también me partía de risa con él. Así que un día me invitó a mí y a otro compañero llamado Miguel Ángel a una sesión de oui-ja a su casa, alguna noche de fin de se

Al día siguiente, en el instituto, Mané llegó diciendo que la vela se acababa de apagar justo cuando salía, quedando luego extrañado por nuestro silencio, nuestras sombrías caras y nuestra mala noticia: - Han atropellado a Miguel Ángel hace un rato, cuando venía al colegio. Ha muerto.
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